Tras la vuelta a casa por mar a lo conde Drácula meets
Vacaciones en el Mar, he pasado a ocupar una habitación de hospital que parece
sacada de una peli futurista de esas en las que todo luce diáfano y
automatizado.
Todo aquí mola mucho: Los ventanales dan a unas vistas
increíbles del paisaje asturiano, las enfermeras son encantadoras, y se
perpetúa la buena cosa esta de las comidas en la cama (a ver luego quién me
saca a mí del modo romano para sentarme en una mesa normal).
Hablando de la cama, eso sí que va a ser mi perdición.
¿Habéis probado alguna vez las camas de los hospitales? Eso de que por la
mañana le das a un botón y te elevas dulcemente, tipo Nosferatu, sin rictus de
esfuerzo alguno en el rostro, buscando de reojo el desayuno que te espera a un
lado. Y todos esos otros botones, que sospecho que bien dominados pueden
conseguir coreografías ondulantes para acomodarse en las posturas más regordas
y relajantes, y que hacen que la cama y no tú mismo sea el vehículo de todos
tus deseos. Vamos, el clásico darle a un botón y que pasen cosas. El futuro
está aquí y tiene forma de cama. Me siento como el capitán Jean Luc Picard a
los mandos del Enterprise.
Por desgracia, me temo que no voy a poder invitaros a
esta mi nueva nave espacial. Mañana me chutan mi primera quimio, una especie de
medicina heavy metal que dejará a mi sistema defensivo al nivel del de la casa
de caramelo de Hansel y Grettel. Esto
implica que aquí poco menos que acordonan la zona y las antes dulces enfermeras
empiezan a jurar en arameo al mínimo tráfico de visitas. En términos freaks,
podemos decir que vosotros, bien intencionados visitantes, os subís un +10 en
puntos de daño ante mi fortaleza de gominola, y vuestra sola presencia pasa a
tener el poder, lamentablemente fuera de vuestro control, de acarrear la
devastación de una invocación del mismo Cthulhu y dejar a mi sistema defensivo
en puntos de cordura negativos.
Nada me apetece más que daros un achuchón enorme a
todos y cada uno de vosotros, pero de aquí a un mes me toca estar en plan niño
burbuja. Habrá que aplazar la fiesta de pelucas, pero en un santiamén estaré
correteando con vosotros, y mientras tanto tengo libros, series y películas de
sobra.
Como oficiales a bordo en esta travesía tendré en
cambio al alférez Pro, el robot, y a Candy Mountain Charlie, mi unicornio de
peluche, al que no tiene sentido ponerle un grado en la tripulación porque es
un unicornio absurdo aunque adorable. Podéis conocer a Charlie pinchando en
este enlace: https://youtu.be/W37p_TJTq0g
Gracias a todos por todo el apoyo, ánimos y buen rollo que me
estáis mandando. ¡¡¡Cuando os vea en persona os voy a dar a cada uno un abrazo
de oso que os dejará la forma en el cuerpo por un día entero!!!
Pero no os preocupéis que esto no es para tanto y, de hecho, ya veis que se
parece sospechosamente a un Spa. Enseguida nos vemos cuando me saquen de la
burbuja.
Si me veis llorar ese día, será porque me han separado
de la cama de los botones. Eso es lo único que va a ser duro en todo este
proceso.