lunes, 25 de abril de 2016

Los jueves se me cae el pelo

Los jueves se me cae el pelo. Esto es así desde la tercera sesión de la quimio que me dan los lunes. Como ya me lo había rapado hacía un par de semanas, lo que se me caen son pelitos de poco menos de un centímetro, así que por las mañanas parece que una familia de puercoespines hubiera pasado la noche rebozándose en mi almohada.


Los lunes me ponen quimio, y los jueves pierdo pelo. Es algo así como quien sale un lunes de trabajar y decide correrse la juerga del siglo. El martes sigue de juerga, el miércoles no sabe quién es, y el jueves, resaca mediante, aparece por la oficina. Pues yo igual. De martes a jueves tengo resaca de quimio, los jueves mudo y el viernes empiezo a “espolletar”. Ahora ya tengo la típica cabecita koyak más blanca que peluda, lo cual celebro, porque si no todo el asunto de raparse no hubiera tenido ningún propósito. Además, ya puestos a tener cáncer y tal, por lo menos que se te caiga el pelo, así tienes carta blanca para espatarrarte en lugares públicos y otros privilegios a los que puedes acceder simplemente diciendo la palabra que empieza por c. Las cejas, de momento, permanecen en sus puestos. Así pues, y como ya empiezo a padecer los síntomas del temible fármaco, he decidido dedicar esta entrada a contaros un poco cómo me está sentando la cosa.



Cuando empezó todo este sarao, es decir, cuando fui diagnosticada (hablo de las dos primeras semanas allá en el St. Bartholomew’s Hopital y las dos primeras aquí en el HUCA), cada día era como si fuera mi cumpleaños, Navidad y el día de Reyes, todo a la vez. Todavía no estaba con las defensas bajas, con lo que podía recibir visitas a tutiplén, sobre todo en Londres, donde llegamos a hacer una especie de mini concierto en la salita en el que una señora muy mayor le acabó pidiendo al Almirante que se tocara unos temas de Elvis. Todo eran bombones, cupcakes, regalos y merendolas con todos los amigos que venían cada día por allí (¡realmente no sabía que había hecho tantos amigos en Londres!). La quimio todavía no había empezado a hacer de las suyas y, por el contrario, los esteroides que me dan como medicación complementaria me activaban de lo lindo y me ponían de un humor excelente (ver punto tres del post “Hay que ser fan de lo que hay”: Drogas gratis).

Pero no todo el monte es orégano, o, si preferís, a todo cerdo le llega su San Martín, y ahora, y aunque siguen tratándome como a una reina mora, los achaques de la quimio han hecho acto de presencia y estoy un poco más jorobada, como no podía ser de otra manera. En jerga médica, llaman “estar aplasiada” a ese estado en el que tus defensas ya han bajado a niveles críticos. A mí me encanta esta expresión, me suena a telenovela total: “Don Arturo José, sabe que lo añoro pero no venga usté hoy a verme, que estoy aplasiada ya usté sabe mi amol”. Pues en eso consiste un poco el aplasiamiento: en estar tirado en modo gato, echando siestas todo el día, a veces con algún dolorcillo o pinchazo aquí y allá con el que lidiar, otras simplemente en plan mareo de coche, nada del otro mundo.
Después de la aplasia, cuando tus defensas van subiendo, te mandan a casa y es allí donde tienes que enfrentarte a la resaca del que la lió parda aquél lunes. Pero, al menos en mi caso, no es más que eso: un resacón. Nada que cualquier asturiano de a pie no conozca de primera mano. Y  por el momento, si bien dura más días, el asunto no deja de ser parecido al nivel Resaca De Sidra (RDS Level), o si me apuras, incluso más light.  El RDS level me tendría postrada en la cama en posición fetal, sudando el Ebro en frío,  palangana en mano vomitando cada dos por tres, con un tono facial tirando al verde musgo. Si no habéis tenido el gusto de pasar este nivel, podéis compararlo a la típica gastrointeritis heavy metal. Bien, pues todo esto, achaques que una persona media conoce por experiencia, es, de momento, peor y menos llevadero que la quimio, en mi caso al menos. Mi amiga Rebeca Campa, vecina de la quinta planta en el HUCA y supermujer guerrera donde las haya, dice que, con todas las drugs que le ponen para paliar los efectos de la quimioterapia, está como para salir de fiesta ahora mismo. Y eso que le están poniendo quimio una semana entera a la tía. Admito que ahora mismo mis fuerzas y vigor son más bien los propios de una vieja decrépita, pero de dolores y molesias no me puedo quejar, y lo de las fuerzas mejora día a día.

Cierto es, hay que dejar claro, que cada persona y cada tipo de cáncer es un mundo, y por desgracia también tengo cerca a personas que han pasado quimios tremebundas, RDS level pasado muchas pantallas ha. Es el caso de mi tía Eva, que acaba de superar un cáncer de mama, y que cada vez que le ponían quimio estaba vomitando tres días seguidos sin parar.
En cualquier caso, yo quiero pensar que los momentos de dolor físico servirán para regocijarme cuando me levante y vuelva a tener todas mis energías conmigo. ¡Eh! Y a lo mejor siguen dándome esteroides después de que mis defensas hayan vuelto a subir, y vuelvo a estar no sólo en forma sino artificialmente eufórica una temporada, todo el día sin parar, o sea colocada como una perra.

De momento, cuando tengo un mal día y no puedo hacer mucho más que tumbarme presa de algún vil efecto secundario de las medicinas que me dan, pienso en esa escena de El Club de la Lucha en la que Tyler Durden le hace al prota una quemadura química en la mano, y, al ver que éste trata de evadirse del dolor pensando en pingüinos le dice: “¡Este es el momento más grande de tu vida y estás por ahí perdiéndotelo!”. Bien, yo no lo llamaría momento más grande de mi vida a estar en posición fetal con cara de culo y una toalla por si acaso, no lo pondría en el vídeo de mis mejores momentos con Wouldn’t it be nice de los Beach Boys sonando de fondo, pero una cosa es cierta: cuando esté en plena forma lo voy a valorar muchísimo más después de haber pasado por esta fase de aplasia, mon amour.

Eso sí, no voy a mentir: yo sí que me evado, ¡vaya que si me evado! Me ciño a pies juntillas a aquello que decía Oscar Wilde: “Señor, líbrame del dolor físico, que del moral ya me ocupo yo”. Y no lo hago con mi mente, buscando a mi animal zen: No. Yo le doy al botón rojo compulsivamente y pido que me enchufen barra libre de calmantes, analgésicos, anti náuseas, laxantes, lo quiero todo. Y en un ratín me encuentro ya mucho mejor. Maravillas de la medicina moderna.



lunes, 18 de abril de 2016

Chica occidental no le teme al hospital


Siempre he sido la típica persona que se pone como un flan ante la idea de una aguja. De esas que tienen que tumbarse para hacerse una analítica porque de lo contrario empiezan a verlo todo negro y al suelo que van. El día que entré en urgencias con mi pierna hinchada y me hicieron el primero de una larga serie de análisis de sangre me pasó eso: salí del cuartito pensando que lo tenía todo controlado cuando, de repente, una mancha negra que veía dio paso a la oscuridad total. Le dije entonces al Almirante Stargazer: “vale, no veo nada, deposítame en el suelo más cercano, que me voy a echar un rato”. Y allí me tumbé como Pedro por su casa a esperar a que se me pasara el bajoncillo. Así de caguica soy.

Y en realidad no sé por qué, si como mujer occidental  del siglo XXI que soy no hay tortura china a la que no me haya sometido yo ya voluntariamente, o peor aún, pagándolo con mi salud. Pertenezco a una clase de seres que vierte cera ardiendo sobre su vello púbico para luego tirar y arrancárselo todo, y esto por gusto, sin que nadie nos apunte con un arma, es más, pagando. Hace pocos meses yo misma apoquinaba veintitantos pounds en Londres por hacerme las ingles brasileñas esas célebres - estuve escocida dos días y decidí que el look Porn Star no es lo mío-. Y por supuesto también pasé por la fase anoréxica, la fase bulímica, la fase acné o cómo convertir tu palestino en un pasamontañas, la fase “no tengo tetas, qué me pasa doctor”, sujetador de relleno apretado cual corsé decimonónico para salir por la calle del Rosal con quince años. Y un largo etcétera de barbaridades a las que todas las mujeres deberíamos decir “No, ni de coña” desde el principio. En resumen, que en comparación con eso, todo lo que te hacen aquí es totalmente indoloro. ¿El quirófano? Un circuito de Spa comparado con la depilación eléctrica del vello facial.

Pero volvamos a la sección “putaditas de hospital”, como las llama mi padre. Resultó que aquél rutinario análisis en urgencias era sólo el cabecilla de toda una tropa de pinchazos, inyecciones e implantes de vías varios en manos, brazos, espalda y otras partes del cuerpo, culminando en mi fabulosa teta biónica, que ya está ahora en pleno funcionamiento y con la que estoy como un niño con zapatos nuevos.  Pero en aquellos lejanos días de hace cosa de un mes yo aún prefería no pensar demasiado en el sistema de venas y fluidos del que me decían que estaba compuesta, me daba todo una grima de muerte mortal.  Músculos y huesos vale, pero sólo la palabra venas me hacía poner cara de estar chupando un limón.  Y el caso es que toda esta experiencia está siendo de lo mejorcito para quitarme la tontería.  No sé por qué tanta grima, ¡el cuerpo humano está hecho de unos materiales más resistentes y sofisticados que los de la nave USS Enterprise NCC- 1701!


Ahora me veo a mí misma como un sistema de tubos y gasolina y motores y chismes más pros que los de un anuncio de Mercedes Benz. Uno de estos con música clásica y planos espectaculares de un morro metalizado reflejando los destellos del sol, surcando un paisaje urbano desierto, todo clase y poderío. Y es que nuestro cuerpo es mejor. Señoras, señores, ¡quieran sus cuerpos! No dejéis que nadie os diga de qué forma y tamaño tienen que ser con tal de que os estén dando la energía que necesitáis para disfrutar de la vida. Amancio, ojalá te tragaras la colección completa de tus catálogos de Inditex con sus fotos de escuálidas bellezas, seguro que la mezcla de celulosa y hez resultante sería infinitamente mejor para el mundo que la basura de canon estético con la que nos quieres empapelar el cerebro. ¿Tienen pinta esas mujeres de tener energía, de ir a salir por la puerta con el modelito a moverlo por ahí? No. ¿Sonríen siquiera? No. La industria de la moda es tan absurda que encima lo que se lleva es posar en plan lloratardes con el vestido multicolor primavera verano 2016. Hace poco escuché a un modisto decir un disparate de tal calibre que hasta me puse de mal humor sólo con leerlo: “la curva desvirtúa la prenda”. Juan Vidal, se llama el iluminado. ¿Pero estamos locos o qué? Entra en la web de Zara o Pull and Bear y mira las fotos, fíjate en las poses con las que sacan a las modelos. No, esa mirada enigmática no es de profundidad faulkneriana: es hambre. Esas chicas tienen pinta de estar de bajona. Y ya lo dice Lars Von en el sketch deMuchachada Nui: La bajona no perdona.



lunes, 11 de abril de 2016

Rudolf el reno y Paulo Coelho

Hay un conocido sketch en la serie Padre de Familia en el que Rudolf, el reno de la nariz roja que guía el trineo de Santa Claus, va a hacerse un chequeo médico. La escena transcurre así:

Doctor:   Bien Rudolf, por fin sabemos por qué tienes la nariz roja.
Rudolf:   ¿Por el polvo mágico? ¿O por las colas de duendes?
Doctor:   No, es un tumor.
Rudolf:   ¿Se refiere a un tumor mágico de Navidad?
Doctor:  No, un tumor maligno. Con su base incrustada en lo más hondo de tu cerebro.
Rudolf:   Oh. ¿Como un feliz y especial…?
           Doctor:   Vas a morir.

Hace poco me encontré con la siguiente imagen en las redes sociales, y aparte de reírme un rato, pensé que Paulo Coelho es un poco como el Rudolf de Padre de Familia, y Poe como el doctor.  


Que conste que no tengo nada en contra de ninguno de los dos, sólo es una idea que me hizo gracia. Y así dándole al tarro y haciendo un poco de autocrítica, pensé: “esto de hay que ser fan de lo que hay suena igual un poco Coelho, ¿no?” y bueno, he de confesar que, todos mis respetos mediante al señor Coelho y sus seguidores, nada hay más lejos de mis intenciones que parecerme a Paulo, diosa me libre. Me pareció oportuno entonces dedicar esta entrada a explicar el origen del Proverbio de Prim.

Prim, o Pablo Baixauli, no es, a pesar de que ha generado un buen acervo de sabios proverbios  contemporáneos, un escritor o un filósofo. Pablo Baixauli es un artista. En concreto, es un estilista, y muy reputado por cierto. Es por tanto un esteta cuyos materiales son las tijeras, la maquinilla y el cabello humano. Recorre Europa haciendo obras de arte en las cabezas de la peña. Si pasáis por Valencia podéis encontrarle en Albana HairClub haciendo virguerías como éstas que veis en la foto. 



¿Qué significa esto? Que a Prim le pierde la estética, la pinta que tienen las cosas. Por eso acuñó la frase “hay que ser fan de lo que hay” siendo él mismo una persona que en la vida le diría a nadie lo que tiene o no tiene que hacer. En realidad él hubiera dicho algo como “puedes ser fan de lo que hay”, pero no nos engañemos, esto suena a anuncio de pastillas para adelgazar y un poco a Coelho también. El imperativo “hay que”, en cambio, queda muy redondo cuando al final se le pone eso de “lo que hay”, como un círculo que se cierra o uno de esos nombres bonitos que se leen igual en las dos direcciones.

Prim escogió así una frase un tanto oscura llevado por su amor al arte, pero a diferencia de sus predecesores los presocráticos, la argumentación de Prim se conserva en la actualidad plenamente documentada, por lo que podemos contarla aquí mismo con sus palabras sin echar mano de ninguna sesuda hermenéutica. La cosa es así:

Te levantas de la siesta el típico domingo de resaca. Tiendas cerradas, invierno, el Offlicence o chino de la esquina más cercano se antoja a dos días de viaje en carromato. Te mueres de hambre pero tienes la tarjeta de crédito temblando después de la juerga de anoche, vamos a ser austeros y a mover el culo a la cocina a ver de qué disponemos para llenarnos el buche. Abres entonces la nevera y ésta revela un panorama desolador: Dos salchichas Campofrío y un paquete empezado de tranchetes contemplan el proceso de fosilización de ese medio limón que al final nunca usaste para nada. En este escenario, se oye una voz de macarra valenciano: es el Prim.

-Bueno, esto es lo que hay, ¿no? ¿Hay otra cosa? ¡No! ¿Hay algo mejor? ¡No! Pues lo que hay es de puta madre tronco.

Pero no os creáis que el Prim coge las salchichas y los tranchetes y los mete tristemente en el microondas. El Prim es un ser creativo y, una vez conoce sus recursos, se pone a crear: corta las salchichas en plan finolis, busca algo de harina que habrá en algún cajón, algo de agua y aceite y se hace una masa de pan. Le pone los tranchetes y se curra unos bollitos de queso y salchicha de chuparse los dedos. Después lo emplata, espolvorea por encima alguna que otra especia, le echa un chorro de esa salsa de soja que vive en el armario de en medio, y queda un resultado final que podría figurar en la carta de El Bulli.

¿Qué haría, en cambio, Paulo Coelho? Yo creo que, en la misma situación, Coelho tiraría de microondas. Eso sí, posiblemente se comería su cutre y frugal merienda sentado en la posición del loto y muy despacito, concentrando el poder de su mente en la idea de que cada bocado de esa bazofia le está de hecho transportando a un mañana de luz y color. Posiblemente después colgaría el paquete vacío de tranchetes en la pared para rezarle alguna plegaria por las mañanas después del saludo al sol, creyendo firmemente en que el nuevo día traerá una marca de queso de calidad superior.

Y en mi opinión, aunque no es mi opción, Coelho haría bien. A mí me parece muy respetable, lo mismo que coger la salchicha cruda y comérsela llorando agazapado en el rincón más oscuro del cuarto de baño. Cada uno tiene su sistema, y yo no voy a decirle a nadie lo que tiene que hacer mientras nos respeten a los demás al hacerlo.

La frase “hay que ser fan de lo que hay”, por tanto, es un poco engañosa. Pero me da igual, porque, como el tipo que flotaba en la piscina del Gran Lebowski, soy una nihilista. Y ya lo decía el Nota: “Eso debe ser agotador”. Por tanto, estas son todas las explicaciones que daré sobre mi filosofía personal. A partir de aquí, me limitaré a citar a Marx, Groucho: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

Y ya para terminar de marear la perdiz ideológica, os dejo con este vídeo en el que me rapo la cabeza en plan skinhead. ¡Fiesta!





martes, 5 de abril de 2016

Un catéter en la teta


Aquí sigo reportando desde mi suite de lujo en el Hospital Universitario Central de Asturias. No sé si lo he mencionado ya, pero tengo una habitación cojonuda: amplia, luminosa, una de las paredes todo ventanales, con vistas a un paisaje espectacular, todo verde, con las montañas nevadas al fondo. Una habitación propia del tipo de casa que no tendré en la vida. Tampoco es que yo sueñe con comprarme una casa, y si lo hiciera no sería ningún casoplón de diseño, pero está bien explorar este tipo de paisaje pijo, por eso de probarlo y poder decir con suficiencia que “eso a mí no me va”. En resumen, que a veces no sé si estoy en un hospital o en un spa de estos a los que van los famosos a desintoxicarse y hacerse operaciones estéticas.

Y hablando de operaciones,  ¡el jueves tuve mi primera visita al quirófano! Nada, una cosilla rutinaria, pero oye, puedo decir que he pasado por un quirófano, que como que da mucho bombo y tal. Ninguna operación a corazón abierto de momento, que solo tengo una leucemia de poca monta. Lo único que me hicieron fue instalarme una especie de catéter super guay a la altura de la yugular, y ahora por lo visto tengo unos botoncillos encima de la teta derecha que, cuando cicatrice la cosa y se pueda usar, va a ser la leche: por ahí me van a poder sacar y meter sangre sin agujas, y posiblemente otras sustancias. La quimio no, esa va mediante una inyección muy cachonda que te ponen en la espalda mientras abrazas un cojín sentada en la cama en posición de adolescente en fase de desamor.  Pero por lo demás, parece un invento super práctico, una especie de puerto USB de matasanos con el que me puedo ir a casa y hacer vida normal. Me dijeron que un señor estuvo con él puesto 18 años.

Esto del señor me recuerda que no he hablado aún del único elemento inquietante de mi habitación. Aquí, por eso de la burbuja, en verdad no hay ventana, sino que los cristales están fijados a la pared  y el aire se regula por un sistema de ventilación. En mi habitación se da la particularidad de que este sistema de ventilación suena igual, pero igual, que un señor durmiendo. Las enfermeras me preguntan que si no me da miedo, que ellas no se verían una película de terror con ese ruido sonando de fondo ni de coña. Para que os hagáis una idea, mi señor respirando suena casi igual a la respiración que se oye todo el rato en la mítica escena de la desconexión de Hal en la peli 2001: Una Odisea En El Espacio.


Me he puesto la escena ahora en el ordenador y, comparando las respiraciones, creo que la de mi aire acondicionado es de un señor un poco más mayor, pero por lo demás el sonido es exactamente igual.  Pensándolo bien, a mí me parece un complemento auditivo fetén para rematar el toque futurista-espacial-burbujil que ya de por sí tiene la habitación. Ahora me siento todavía más como un astronauta.
He intentado grabar al señor durmiendo-astronauta en vídeo para que veáis cómo suena. Hay que escucharlo con cascos, pero yo creo que le he cazado.






viernes, 1 de abril de 2016

¡Colección de Pelucas y Sombreros Absurdos!

Ayer el gran Almirante Stargazer y yo grabamos un vídeo tutorial de belleza sobre cómo adoptar el look Skinhead/ Pasión de Juana de Arco. 
El vídeo aún no está listo, pero ahora que mi tarro se halla libre de pelos es hora de empezar con la prometida ¡Colección de Pelucas y Sombreros Absurdos! 
Mi primera adquisición, regalo del Almirante, es la Peluca Estilo Geisha.