Otra de las
ventajas del trasplante fue el tener la oportunidad de probar y conocer drogas
nuevas. Digo drogas de las guays, de las que te hacen sentirte bien. Drogas,
vamos. Nadie va por ahí chutándose quimioterapia por placer.
Bajo mi punto de
vista, deberían equipar al paciente con un kit de las mismas ya de mano en el
momento inmediatamente posterior al diagnóstico de un cáncer. De hecho
eso fue justo lo que me pasó a mí, y por eso todo me ha ido tan bien mentalmente durante estos meses que en
otras circunstancias podría haber bautizado como “2016, Mi Año De Mierda”.
Por suerte para
mí, gracias a Fortuna y al good thinking de
los doctores ingleses, cuando me dieron la noticia ya habían empezado a
administrarme esteroides para bajar el recuento de glóbulos blancos a niveles
normales, un primer paso “de libro” para contener un poco aquél despropósito
celular que me estaba ocurriendo. Cierto
es que nadie me libró del berrinche inicial abrazada al Almirante como si él
fuera la Boya Salvavidas Mágica que Todo lo Cura (aunque podríamos decir que
esta es una de sus facetas, el Almirante no sé si cura pero animar anima como
nadie y es un apoyo sin el cual no sé qué habría sido de mí).
Pero volvamos a
las drogas: aquellos esteroides, nuevos para mi organismo, ya estaban
funcionando al día siguiente de mi diagnóstico, haciéndome pensar en Lance
Armstrong y en su testículo del tamaño de un limón y en el
hecho de no tener que volver a currar en meses y cosas así. Estas son las
ventajas de tener un cáncer siendo joven, sin cargas familiares, colocada de corticoides y profundamente inconsciente de la que se te viene encima: ves la parte buena del hecho
desagradable de que te acaben de diagnosticar un cáncer.
La cortisona (esteroides) tiene la capacidad de hacer que un día en una habitación de hospital sea
incluso divertido. Piensas cosas graciosas (para ti, al menos), estás muy activo, disfrutas mucho
de la música que llevas en los cascos, escribes chorradas, dibujas o haces
planes y cuando te da la hora de dormir estás como un búho comiendo techo. Una
especie de búho-hiena, riéndote por lo bajo de cualquier estupidez que en
condiciones normales no te haría ninguna gracia.
Pero no hubo
esteroides en el trasplante, chicos. No los hubo. Hubo que vivir, ver e
interpretar todo aquello desde el desolado páramo de la sobriedad mental. Fatal.
Pero hubo drogas
nuevas, y a eso quería yo llegar. ¡Conocí la famosa morfina! Y quedé muy
satisfecha con el producto a nivel analgésico así como con su generosa
administración por parte del personal sanitario. Me explico:
Tan pronto como
tu boca comienza a mostrar los primeros síntomas de la Mucositis de Papá
Quimio, te la ofrecen sin más. Es algo así como el equivalente cutre y
hospitalario de llegar a una fiesta de Freddie Mercury y ser recibido por un
enano con un bol de cocaína incrustado en la cabeza, invitándote a meter la
nariz dentro sin turuto ni nada. Tanta teta biónica y tanto cable por todos
lados tenían que tener algún uso mínimamente molón, lo sabía. Pues sí: uno de
los muchos tubos que iban del gotero a mis enchufes biónicos era exclusivamente
para que yo, a placer, regulara con una rosquita la cantidad de morfina que me
apetecía meterme pa’l cuerpo. Por
supuesto el personal fomentaba siempre un consumo responsable, que luego
aquello va a tener que desaparecer y el mono existe, señoras. Pero el caso es
que aquella gente sabía que la mucositis puede hacerte ver las estrellas con
sólo tragar saliva, así que muy compasivos te daban a placer un botellón de
aquello que cuando se terminaba, sólo tenías que pedir otro: barra libre total.
Tú te regulabas con aquella rosquita tan maja la dosis, eras más o menos libre
de decidir cuán grogui te querías poner. Y eso está guay, ese es el camino
doctores, dejen al paciente que se coloque a sus anchas, ¡denle al menos eso!
Así que Papi
Quimio me iba a hacer escupir fresones de carne roja y también echar la pota,
eso la morfina no lo puede evitar. Pero tú puedes pasar por ello con la cara
más yonki del mundo y decir: pues trago y no me duele. Chincha. Y sí, estoy
vomitando lo que parece un bicho de peli de John Carpenter derretido, pero
doler, no duele. Deal with it, bitch.
Mira qué chula está quedando esta foto de mi palangana roja. Si no la comparto en Instagram es porque NO
estoy de ESTEROIDES sino de MORFINA:
la morfina no te activa ni convierte cualquier idea en lo que tú crees que es
una genialidad que debe ser ejecutada de inmediato. La morfina te anestesia y
te seda.
Por eso tampoco
me interesaba mucho pasarme con la dosis, y os explicaré por qué una yonki como
yo consideró moderarse habiendo barra libre de algo que colocara de alguna
manera.
La explicación
es la siguiente: En el trasplante hay normas.
Normas de comportamiento marciales que auxiliares y enfermeros se empeñan en
que observes o al menos en que tengas mucha pinta de estar intentando observar.
Una de esas normas, una de las más importantes y con mucho la que menos gusta a
una gordi como yo, es la máxima de que el paciente debe permanecer el mínimo
tiempo en la cama. En la cama se está de noche para dormir. Como mucho un
pigacín después de comer. El resto del tiempo puedes instalarte en otros de los
puntos disponibles en tu habitación, a saber:
- Una silla.
- Un sillón reclinable.
- Un sofá cama, que debe estar recogido (tener aspecto de Sofá y no de Cama) desde las ocho o nueve de la mañana y no volver a su formato Cama hasta la hora de dormir. Este sofá es duro como el demonio. Allí duerme tu Acompañante, que deberá ser más duro que el sofá a la par de quererte muchísimo para haber sido tan valiente de apuntarse a esta aventura.
- Una bicicleta estática. Sí, como lo oyes. La habitación va equipada con una maldita bicicleta estática y esperan que la uses. Mira que no suspiraba yo por una bici en la habitación durante el primer ingreso, cuando estaba a tope de cortisona y la quimio era de colorines. Pues no. Te la ponen ahora que no puedes ni con el gotero. Al menos las vistas seguían siendo preciosas, pudiendo colocar la bici frente a la ventana e imaginarte pedaleando por los verdes paisajes asturianos.
He de decir, eso sí, que mi habitación estaba de nuevo muy bien. Era la suite,
me la habían reservado por mi cara bonita y supongo que porque nadie la estaba
usando cuando a mí me tocaba entrar, pero fue un bonito detalle que me la dieran a
mí. Las ventanas hacían esquina, era un cubículo de luz y cristal. Tristemente
todos sabemos que cuando estás pasando las de Caín esto puede no ser valorado como debería, pero oye, algo anima
poder ver un paisaje espectacular en lugar de estar enzulado en una habitación
sin ventanas. Gracias chicos del HUCA por esa suite a la que nos fuimos mi madre
y yo a pasarlo bastante mal. He de reconocer que la habitación era preciosa.
Gracias de nuevo por el detalle, gente de la planta 9 del HUCA.
Durante aquellos 40 días de trasplante, me convertí en Vomitón, la mascota de Chris Elliot en Búscate la Vida. Y aún así me
tratasteis todos como una a una princesa.
A mi me dieron a probar la morfina cuando lo de la pierna. Pero lógicamente, sí que me cortaban... :D
ResponderEliminarEjem, lógicamente? oye ho, barra libre
EliminarMe alegro un montón de que hayas encontrado una médula y todo haya salido bien. Enhorabuena por tu blog, es brutal. Aunque las drogas sean buenas aliadas, hay que tener un don especial para contar cosas tan jodidas sin perder el sentido del humor.
ResponderEliminarGracias Clara!! :D
EliminarMe hacen a mí responsable de la rosca de la dosis de mi droga y voy al infierno seguro.
ResponderEliminarJajajaja...qué va, lo que tendrías es que soportar al mono que viene luego... Pero mantengo lo de barra libre de drogas post diagnóstico. Hay algún Ministro de Salud en la sala?
EliminarRosina, Rosina me vas a hacer potar con tus fresones de carne roja, pero tu sentido del humor para mi es como para ti fue tu morfina, me la aplico me la aplico yo solita y oiga que no siento asco ;)
ResponderEliminarCriatura no cambies.
Gracias Marisa!!! :)
EliminarVas a tener que editar un libro " la leucemia esa gran amiga o el síndrome de Estocolmo. Esto es el colmo"
ResponderEliminarVas a tener que editar un libro " la leucemia esa gran amiga o el síndrome de Estocolmo. Esto es el colmo"
ResponderEliminarjajajaj, estamos trabajando en ello.
EliminarGracias Tina!